martes, 3 de agosto de 2010

ACUSACIONES VARIAS


Con la muerte de Santa Teresa (1582) comenzó
para Gracián su verdadero calvario. Los verdugos:
sus mismos hermanos de Orden, principalmente
algunos de aquellos a quienes él había ayudado y
apoyado de modo especial. ¿Cuáles fueron las
acusaciones y difamaciones? Podríamos decir que
fueron de todo tipo: Morales, administrativas,
doctrinales.... Veamos algunas de las más comunes
surgidas en la imaginación de mentes poco
saludables.
1. “Estábamos una noche, acabando de cenar, en
recreación; y sentimos que un hombre daba de
puñaladas a otro, y el herido se quejaba y pedía
confesión. Dije yo: “salgamos luego a confesarle”.
Respondió uno –y no de los menos santos-: “no
se puede abrir la puerta, porque es contra la
obediencia”. Dije yo con cólera: “¡Qué
obediencia, que no hay obediencia! Salgamos
antes que muera”. Y salímosle a confesar. Quien
tenía la otra opinión acriminaba que yo había
dicho que no hay voto de obediencia en las
religiones, o tales palabras que olían a herejía”.


Este hecho nos lleva a recordar la interpretación
dada por el propio Jesús respecto de la
obediencia debida a la ley judaica del sábado.
Parafraseando el texto evangélico, casi se podría
afirmar que Gracián habría dicho: “más vale la
misericordia que salva una alma que la obediencia
estéril que es mantener la puerta cerrada”.


La difamación rondaba al P. Gracián. Sus acciones,
sus decisiones eran malinterpretadas y
continuamente trasformadas, por parte de sus
detractores, en actos condenables. Otro caso:
2. “Frabricándose el convento de las monjas
Descalzas de Lisboa, asistiendo yo allí con los
oficiales para que trabajasen, acaecía en la siesta
con el rigor del verano querer reposar un poco y
sacar las monjas un colchón para ello (que claro
está que el colchón no había de ser de los
carpinteros sino de las monjas). Escribióse que
dormía yo en las camas de las monjas, etc., con
palabras muy perjudiciales”.

He aquí otro caso:
3. “Diome la madre Teresa de Jesús unas reliquias.
Y una Priora de las más santas y más puras que
yo he conocido en la Orden púsolas en un
relicario hecho en forma de corazón que yo traía
conmigo. El haberme dado esta Priora este
corazón se dijo con palabras que daba a entender
haber otra afición de por medio”.


Pero estas pequeñas calumnias e invenciones,
como muchas otras, más escabrosas e injuriosas,
tenían un objetivo mayor y más dramático. El
enemigo era astuto: iba sembrando la duda,
lentamente, a través de pequeñas insinuaciones –
siempre con un fondo grave -, de la honra del
Padre Gracián. Cuando llegase el momento
propicio para el golpe final, la víctima ya no podría
contar con muchos defensores: el daño ya estaba
hecho.