jueves, 20 de octubre de 2011


Viaje a Roma (parte 2)


El P. Doria hacía todo lo posible para que Gracián entrase en otra Orden,conforme constaba en su sentencia de expulsión pero, en su insensatez, Doria y

sus agentes en Roma hacían lo posible para que tal cosa no se realizase, pues

difundían tantas infamias sobre Gracián que ninguna Orden iba a aceptarlo.

¿Cómo una Orden aceptaría a un religioso “tan disipado”, que podría causar

tanto mal como había causado en los Descalzos? Doria y sus seguidores se perdían en sus propias artimañas.

Ante tales hechos, los detractores de Gracián consiguieron que el Papa

despachase un mandato obligando a los Dominicos a aceptarlo. Pero la historia

de los hombres está escrita por manos invisibles. Siendo notificado sobre la

decisión papal, el Vicario General de los Dominicos – fray Juan Vicente – sepostró ante el Papa preguntando: “¿en qué había pecado la Orden de Santo

Domingo para forzales a que recibiesen un expulso de los Carmelitas?”64 El

Papa, dándose cuenta de su error – aunque por falsas razones –, se volvió atrás.Sobre este episodio el P. Gracián teje un comentario que demuestra muy

bien su fidelidad y amor a las dos grandes mujeres de su vida: “la Virgen María y la santa Madre Teresa desde el cielo debían de ver que no era camino para mi

salvación ser religioso contra mi voluntad en otra Orden, por santa que fuese, tomando habito por negociaciones humanas y no por divina vocación”65.



Los Descalzos le aconsejaron que no revelase, en los conventos donde

procuraba entrar, que él había sido expulsado de la Orden. Gracián, aún

sabiendo que ésta sería una salida, sabía también que era un pecado grave. Por

entonces tuvo la suerte de encontrarse con un antiguo amigo del tiempo de

estudiantes en Alcalá. Se trataba del P. José Acosta, de la Compañía de Jesús.

Tuvo la oportunidad de hablar con él y encontrar un poco de paz. Pidió que le

oyese en confesión y le preguntó si podría mentir con tal de conseguir entrar en

otra Orden, sobre el hecho de haber sido expulsado del Carmelo Teresiano. La

respuesta del P. Acosta fue un claro y sincero no.


Como amigo del P. Gracián y conociendo la política romana, el P. Acosta le

aconsejó que escribiese un memorial, dirigido al Papa, en el cual pediría – una

vez que ninguna Orden le quería aceptar – que le indicase una de las Órdenes

existentes que él la aceptaría sin más tardar. Le aconsejó también que, después de enviar el memorial, saliese de Roma dejando, por supuesto, la dirección, para

poder enviarle la correspondencia.