Viaje a Roma
Zarpó el barco a primeros de abril, llegando a Génova el día 16 de mayo y, al día siguiente, continuó su viaja para Civitavecchia y, desde allí, por tierra, hasta Roma, a comienzos del mes de junio. En este viaje gastó todo el dinero que tenía y se vio solo y pobre. No habiendo otro recurso sino recurrir a la caridad, pidió que le constituyesen jueces que examinasen su causa. No le negaron este pedido. Fue nombrado el jesuita P. Francisco de Toledo – que poco después fue nombrado cardenal – y más tarde el P. Alejandro, dominico, que más tarde sería consagrado obispo. Mientras tanto, los contrarios al P. Gracián no aflojaron en sus esfuerzos divulgando, entre los cardenales la sentencia y memoriales contra él. Se decidió que no debería ser oído, y que la sentencia dada por los Descalzos fuese cumplida. No bastaron los argumentos del P. Toledo: “¿por qué no se debía oír a un hombre, aunque fuera tan malo como lo pintaban?” Pero el P. Alejandro – que al principio tenía la misma opinión que el P. Toledo – comenzó a asumir una posición contraria y estuvo más empeñado en convencer al P. Gracián de que era mejor olvidarse de todo y tomar el hábito en alguna otra Orden. Como si esto no fuera suficiente, amenazó con condenarle a galeras.
Educado en la escuela de Santa Teresa, no se desanimó y tampoco perdió la calma ante tantas dificultades. Su deseo de seguir dentro del Carmelo Descalzo hizo que persistiera en la lucha con intención de ser oído y juzgado nuevamente. Esta actitud firme de Gracián contrariaba terriblemente al P. Procurador, Fr. Juan Bautista y, naturalmente, al P. Doria. Este último, con miedo de que los argumentos del P. Gracián fuesen tenidos en cuenta, trató de contar con el apoyo de la más fuerte personalidad de la España católica, nada menos que el rey Felipe II, el cual escribió a su embajador en Roma, el 9 de noviembre de 1582, ordenando: “si aportare ahí el P. Gracián, pedid al Papa que no le oigan, ni se vuelva a tratar más de este negocio”[1].
Para no ser “condenado a galeras,”siguió el consejo del P. Alejandro: buscar otra Orden. Fue a los Capuchinos, Cartujos, Franciscanos Descalzos y todas las otras Órdenes religiosas. Ninguna de ellas le aceptó y se sintió un indeseable, como el más infame de los religiosos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario