viernes, 3 de septiembre de 2010

En las manos de Dios


Biografía del padre Gracián

No consiguiendo probar ninguna de las
acusaciones y calumnias, sus enemigos pasaron a
preparar su alejamiento de la península ibérica
(Portugal y España). Primero, le destinaron a
México. Pero cuando estaba preparando el viaje
para el Nuevo Mundo, las calumnias y acusaciones
contra él, contra las monjas descalzas y todos
aquellos que le tenían como guía, se volvieron
más intensas y maliciosas. Herido en sus
sentimientos más íntimos, decidió defenderse a sí
mismo y la obra teresiana que Doria y sus
seguidores estaban intentando destruir.
Infelizmente, no consiguió hacer que sus
perseguidores y detractores volvieran atrás. En su
declaración de defensa fue tan claro y concreto
en la descripción de los métodos mezquinos
utilizados por sus enemigos que, en vez de
asustarlos o detenerlos, provocó todavía más el
furor de sus enemigos haciendo que estos se
tornasen más duros y obstinados.
La orden de ir a México se suspendió. Pero esto
no significó una tregua; al contrario, fue un ataque
directo y demoledor el que iba a comenzar. Se
instauró un proceso formal contra el padre
Gracián (octubre de 1587) donde debería
responder a las acusaciones formuladas contra él.
Desde el primer “examen”, escapó con la ayuda
de numerosos testigos, favorables a él, hasta
llegando a proclamar su santidad. Los miembros
del “tribunal” deben haberse quedado atónitos y
llenos de pánico, pues no esperaban una defensa
tan brillante y tantas declaraciones a su favor. No
tuvieron otra salida sino andar con más cuidado y
prudencia en cuanto a un celo que no pasaba de
ser puro pretexto para dominar y apropiarse de
lo que no les pertenecía: el carisma teresiano.
Pero el orgullo y la codicia no van de acuerdo
con la prudencia y la caridad. No se consiguió
ninguna tregua. En determinada ocasión recibió
una amonestación respecto de algunas “faltas”;
inmediatamente recibe una intimación (15 de
marzo de 1588) para que se presente en Madrid
y responder, delante de sus superiores, para que
justifique su reincidencia en ciertos “errores” y
“faltas”. Rápidamente y con humildad atiende a
esta intimación; quizás pensaba que le darían una
oportunidad de explicarse. Pero la escena que
habían montado era otra: le niegan el derecho de
defensa, escrita o hablada, y le ordenan que viaje
inmediatamente para México.
Si el hombre propone, Dios dispone – nos dice
un refrán -, y así sucede en este caso. Estaba
Gracián preparándose para viajar a México
cuando llegan órdenes de las autoridades de
Portugal y España encargándole nuevas misiones
en tierras portuguesas. A esta orden le sigue
inmediatamente otra, del Nuncio en España, Don
César Speciano, prohibiendo que Gracián salga de
Portugal. Por el momento, Gracián estaba fuera
del alcance de Doria y sus seguidores
La permanencia de Gracián en Portugal puede
ser entendida como un periodo de tregua, pero
no de olvido y deseo de condenarle. Durante
este tiempo sus amigos y admiradores trataron
de juntar documentos y testigos abundantes para
demostrar tanto la inocencia del P. Gracián como
su vida ejemplar. Pero cuando el lobo se quiere
comer al cordero – como en la fábula de La
Fontaine – siempre encuentra una disculpa. De
poco sirvió esta enorme cantidad de hechos
favorables sobre la inocencia de Gracián. Aquellos
que trabajaban contra ella se hacían los sordos:
nada les convencía, era como si el acusado
(Gracián) ya estuviera condenado de antemano.
El éxito de sus actividades en Portugal,
reconocidas por las autoridades eclesiásticas y
civiles de aquel país, comenzando por Don
Teutonio de Braganza y por el Cardenal
Alberto, agitaba el ánimo persecutorio de los
dorianos. Gracián fue obligado a presentarse para
dar explicaciones, en Capítulo, dentro de la propia
comunidad lisboeta delante de religiosos
manipulados por los superiores de la Consulta.
Gracián estaba en Portugal hacía dos años. Su
licencia había llegado al fin. Ahora se encontraba
sin el apoyo de Don Teutonio de Braganza y del
Cardenal Alberto – ellos no podían interferir en
los asuntos de la Orden. Doria vio que este era el
momento oportuno e instauró contra él un
proceso regular. Ordenó que se presentase en
Madrid antes de 25 días. Esta fue la carta que el P.
Doria envió al P. Jerónimo Gracián: “Fr. Nicolás de
Jesús María [Doria] Vicario General de la
Congregación de los Carmelitas Descalzos. Por
cuanto se ha determinado en nuestro Definitorio
que venga a este convento de S. Hermenegildo
de Madrid el P. Fr. Jerónimo de la Madre de Dios,
religioso de nuestra Orden, que al presente está
en nuestro Convento de S. Felipe de Lisboa: por
tanto, por el tenor de la presente, le mando que
dentro de 25 días, contados desde el día de la
fecha désta, se presente en éste dicho convento
(...). Madrid, 3 de junio de 1591. Firmado: Fr.
Nicolás de Jesús María”.
Como una declaración de obediencia, Gracián
llegó a Madrid exactamente el día 28 de junio
cumpliendo así, con los días exigidos, la orden que
le había sido dada por el P. Doria.

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