viernes, 4 de noviembre de 2011


Peregrinando por Italia
(parte 1)


Ya habían pasado siete meses y el P. Gracián no conseguía resolver nada.Todo lo contrario, percibía que le querían lejos de allí. Siguió el consejo del P. Acosta y continuó su peregrinaciónahora rumbo a Nápoles, donde llegó a finales de 1592. La maledicencia, como se sabe, tiene alas en los pies. Al llegar a Nápoles, el vice Rey le recibió con gran indiferencia y, mostrando que ya sabía todo, hacía lo posible para no encontrarse con él.

No había pasado un mes y se vio obligado a continuar su peregrinación esta vez por mar, en dirección a Sicilia. Aquí encontrará un poco de apoyo y comprensión por parte de la Condesa de Olivares, que le acogió con generosidad y le dio abrigo en el “Hospital deSantiago de los Españoles”, en Palermo. Por otra parte, escribió a Roma diciendo que la correspondencia fuese enviada a ella, pues tenía en aquella ciudad sirviendo a los enfermos de aquel hospital. Gracián, finalmente, encontró un lugar donde vivir en paz. Aprovecha este tiempo para redactar algunos desus escritos y desarrollar una intensa actividad sacerdotal en toda la isla y, además, enseñar Sagrada Escritura en Palermo.

Pero si había un poco de bonanza... estaba acabando.
Finalmente, llegó la respuesta de Roma al memorial que él había escrito siguiendo el consejo del P. Acosta. El tono de la respuesta no podía ser más desanimador: 1) le prohibían ser recibido en cualquier convento de la Orden Carmelita; 2) no podía presentarse enRoma sin antes haber tomado el hábito de los Agustinos Descalzos. Juntamente con la respuesta venía la licencia del P. General de los Agustinospara que lo aceptasen.

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