lunes, 2 de febrero de 2009

En las manos de Dios

El 4 de octubre de 1582, habiendo transcurrido un año y 7 meses desde que Jerónimo Gracián fuera elegido Primer Provincial de los Descalzos Carmelitas, Teresa de Jesús entregaba su alma a Dios en el monasterio de Alba de Tormes. P. Gracián recibió la noticia de su fallecimiento estando en las Carmelitas Descalzas de Beas de Segura, monasterio en el que se habían encontrado por vez primera en la primavera de 1575.


Muchas cosas importantes habían pasado desde aquella primavera. Dios había unido en un destino común a Teresa de Jesús con Jerónimo Gracián, para llevar adelante la empresa fundacional que Teresa emprendiera por mandato de Dios un 24 de agosto de 1562. Es Teresa misma quien nos narra este acontecimiento de vital importancia para el Carmelo Descalzo:


“Año de 1575 en el mes de abril, estando yo en la fundación de Beas, acertó a venir allí el Maestro fray Jerónimo de la Madre de Dios Gracián, y habiéndome yo confesado con él algunas veces, aunque no teniéndole en el lugar que a otros confesores había tenido para del todo gobernarme por él, estando un día comiendo sin ningún recogimiento interior, se comenzó mi alma a suspender y recoger de suerte que pensé me quería venir algún arrobamiento, y representóseme esta visión con la brevedad ordinaria, que es como un relámpago.


Parecióme que estaba junto a mi nuestro Señor Jesucristo de la forma que Su Majestad se me suele representar, y hacia el lado derecho estaba el mismo maestro Gracián y yo al izquierdo. Tomónos el Señor las manos derechas y juntólas y díjome que éste quería tomase en su lugar mientras viviese, y que entrambos nos conformásemos en todo, porque convenía así.”


Y el 23 de mayo de aquel 1575, estando en la ermita de Santa Ana de la ciudad de Ecija, camino a la fundación de Sevilla, Teresa promete hacer todo cuanto me dijese [el P. Gracián] por toda la vida… en fin tenerle en lugar de Dios interior y exteriormente… y ya que este voto lo hacía por el Espíritu Santo obligado quedaba a darle luz para que me la diese.


Este es el inicio sobrenatural de una amistad que llenará el arco final de la existencia terrena de Teresa de Jesús.

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