sábado, 27 de noviembre de 2010

En Alcalá de Henares


CAPITULO II, primera parte: "En Alcalá de Henares"

Estudiar en la Universidad de Alcalá de Henares era, de hecho, una gran honra para quien consiguiese ser seleccionado. La universidad, conocida también como Complutense – trasladada más tarde a Madrid -, fue uno de los centros más importantes de la vida intelectual europea y base de la expansión cultural española.

Fundada en 1499 por el Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, contaba con una estructura administrativa y didáctica totalmente innovadora para su época. El Cardenal estableció para la Complutense tres grandes objetivos, siendo el primero totalmente religioso: la universidad debería ser una institución de enseñanza para formar eclesiásticos que recuperasen los valores de la espiritualidad antigua que fueron totalmente abandonados durante los siglos de la baja Edad Media.

Cisneros quería dar solución a uno de los mayores desafíos de la época: la reforma de la Iglesia española. Era necesario renovar no solamente la preparación intelectual del clero, sino también preparar hombres capaces de envolverse adecuadamente en las cuestiones de gobierno, o sea, administradores competentes. Era este el segundo objetivo. El tercero consistía en revisar y sistematizar los textos doctrinales de la Iglesia que, en aquella época, padecían de una libertad de interpretación nefasta para la correcta doctrina cristiana.

Gracián consiguió su matrícula en el año académico 1564-1565. Escogió el Curso de Artes. Al acabar el tercer año, obtuvo el título de “Bachiller en Artes”; un año más tarde recibió el grado de “Licenciado en Artes”. Con este último título, fue declarado apto para la enseñanza. Acabado este año, tuvo, con su padre, una nueva divergencia: Don Diego Gracián quería al hijo junto a sí, tenía mucha esperanza en que su hijo le ayudara en los múltiples trabajos como secretario en la Corte. Este deseo paterno contrarió enormemente al joven maestro en Artes pues, además de no tener simpatía alguna para con la vida de la Corte, estaba naciendo dentro de sí el deseo de seguir la carrera eclesiástica.

Había comenzado a sentir que estaba llamado para otras actividades y que debía prepararse para ellas del mejor modo posible. Siendo así, solicitó su matrícula y fue aceptado en la Facultad de Teología. Acabados los cuatro años de teología, le ofrecieron hacer el doctorado, que le exigiría otros cuatro años de estudio. Determinado, Gracián aceptó la oferta y los concluyó en 1572. Sólo faltaba el examen final para obtener aquel título cuando, de modo inesperado, abandonó su brillante carrera universitaria para dar un nuevo rumbo a su vida.

¿Qué había ocurrido? Gracián nunca declaró las razones de su renuncia al título de doctor, título que sería de gran ayuda para sí y para su familia, pues el Rey estaba dispuesto a concederle ventajas económicas y un puesto eclesiástico importante. Este último era perfectamente posible, pues Felipe II, además del poder temporal, tenía una gran influencia en los asuntos de la Iglesia y, además, Gracián había recibido – cuando todavía era estudiante – la ordenación sacerdotal y, por lo tanto, estaba capacitado para recibir cargos eclesiásticos.

AUTOR: José Alberto Pedra, OCDS
Traductor: Fr. Luis David Perez

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