martes, 10 de mayo de 2011

Jerónimo Gracián: Provincial

(parte 1)
 Un religioso de profundo recogimiento, conocedor de las leyes canónicas y civiles, famoso predicador y administrador competente y, a pesar de eso, ejemplo de humildad, no podía dejar de ser percibido y considerado como un fuerte candidato para el cargo de Provincial de la nueva Provincia de los Carmelitas Descalzos. Como si eso no fuera suficiente, contaba con la confianza y apoyo de la Fundadora del Carmelo Descalzo: Teresa de Jesús.
Fue elegido Provincial de los Descalzos en el Capítulo realizado el 4 de marzo de 1581 y, así, pasó a la historia como el primer Provincial del Carmelo Teresiano. Pero este oficio, aunque importante, no sería el preferido del P. Gracián. Ser Provincial le proporcionó apenas la oportunidad de organizar el Carmelo Descalzo dentro de la estricta observancia de aquello que Santa Teresa le había transmitido.

       La elección del P. Jerónimo Gracián de la Madre de Dios fue motivo de inmensa alegría y esperanza para Teresa de Jesús. Ella, que siempre había pedido a Dios que le diese tal padre por Prelado, ahora lo tenía como Provincial.

       Gracián gobernó la Orden durante cuatro años, o sea, hasta 1585, consiguiendo que la Orden alcanzase respetabilidad, tanto en el aspecto organizativo como jurídico; amplió su presencia fuera de España y abrió, en África, las primeras misiones[1], sueño teresiano:

 “envié doce frailes a las Indias, donde se han fundado en Nueva España conventos. Envié frailes a Congo a la conversión de los negros, que hicieron harto provecho, […] Había enviado otras dos veces a la misma jornada de Etiopía por orden del Rey de España a instancia de don Alvaro, rey de Congo. Los primeros se anegaron en la mar, los segundos volvieron desnudos, robados de luteranos, hasta que los terceros, que fueran fr. Francisco, fr. Diego del Sacramento y otro, llegaron e hicieran el fruto [que] he dicho”[2].

       Tal iniciativa misionera no fue aprobada por todos. Algunos, más discretos, apenas lo comentaron, pero sus enemigos se aprovecharon del ardor apostólico de su Provincial para censurarle duramente sembrando, por donde podían, que esto era una equivocación y que iba contra el espíritu de la Orden, el ocuparse de las misiones. El P. Gracián no se vino abajo. Intentó dejar claro el hecho de que esa iniciativa no iba contra el espíritu del Carmelo Descalzo; todo lo contrario, este era uno de los principios establecidos por su Fundadora. Gracián escribió en Peregrinación:

       “Pues para que sepas qué son diversidad de vocaciones, opiniones y celos, se me imputó a mí como a muy mala obra este haber enviado estos frailes. Porque hay espíritus que les parece que toda la perfección carmelitana consiste en no salir de una celda ni faltar un punto del coro aunque todo el mundo se abrase, y que el bien de la Orden consistía en multiplicar los conventos en pueblos pequeños de España y dejarnos de lo demás, y que cualquier otro espíritu llaman de inquietud y relajación. Dios no me llevó por este camino, sino por el de salvar almas; y de los sujetos que se han de emplear en lugares pequeños, fundar con ellos conventos en las ciudades más principales de diversos reinos para la verdadera dilatación y provecho de la Orden. Y como comuniqué tanto tiempo y con tanta particularidad a la Madre Teresa de Jesús, cuyo espíritu era de celo y de conversión de todo el mundo, pegóseme más este modo.”[3]
[1] Cf. Documenta Primigenia – Vol. III (1582-1589), Doc. 260
[1] Gracián – Peregrinación – p. 52. Sobre estas misiones se pueden tener mayor información “y lo que con ellas sucedió” a través de la lectura del capítulo 17 de la Historia de las Fundaciones de Gracián.
[1] Gracián – Peregrinación... – p. 53



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