domingo, 22 de mayo de 2011


Jerónimo Gracián: Provincial

(parte  2)

El P. Gracián quiso mantenerse fiel, dentro del Carmelo masculino, a la gran obra que Santa Teresa estaba haciendo con el Carmelo femenino. Sabía cuál era el camino correcto, pero lo que no sabía era que existían muchas mentalidades arcaicas que, habiendo entrado en el Carmelo Descalzo, no conseguían entender el verdadero espíritu de la “Descalcez”, o sea, los ideales de la Madre Fundadora. Para estos, el Carmelo debería ser un lugar retirado, apartado del pueblo de Dios, donde se viviría una rutina de duras penitencias, hasta con riesgos para la salud. Eso era algo que Santa Teresa abominaba y llegó a condenar claramente con estas palabras: “ya sabéis os voy a la mano”[1]. Fiel a este principio, Gracián  gobernó con “suavidad”, o sea, con comprensión y caridad en vez de castigos y penitencias. Este modo de gobernar le ocasionó enemigos feroces, que no ahorraron injurias y calumnias contra él, lo que le ocasionaría muchos problemas futuros.

Dentro de su simplicidad, no se dio cuenta de una tenue tela de intrigas que se iba formando a su alrededor. La Madre Teresa ya le había advertido diversas veces que tal simplicidad e inocencia eran propias de los santos, pero que el demonio podía aprovecharse de ellas para el mal. Gracián no se corrigió, y ni podría hacerlo, pues esa era una marca registrada de su temperamento. Y la tela cerrándose... Al final de su provincialato eran tantas las acusaciones contra él que no halló otra salida sino tratar de su defensa escribiendo un memorial que tuvo como título “Apología y defensa contra las calumnias que han dicho contra Fr. Jerónimo Gracián de la Madre de Dios en los cuatro años de su provincialato, y lo que en este tiempo se ha aumentado la Provincia”[2].

En este memorial podemos percibir más profundamente el alma pura y simple de este hombre, tan querido por Santa Teresa y que llegaría a tener terribles enemigos que lo lanzaron a un mundo de desgracia y  sufrimiento por pura envidia y celos.

Reproduzco parte de aquel memorial por  su importancia y significado[3]:

“La primera de las cosas que algunos me han calumniado, es haber sido negligente y remiso en castigar y dar penitencias, diciendo que por esta causa está la Orden perdida, e imputándome las culpas que tienen todos los que han hecho excesos; y dilatan esta culpa llamándome amparo y favorecedor de malos y relajados”. Ante esta acusación, Jerónimo Gracián nos ofrece una gran lección de vida, de amor y caridad: “mi inclinación es más llegada a la blandura que al rigor, al amor que al odio, a la paz que al castigo y hacer bien antes que hacer mal, y nunca he entendido haber dejado de hacer castigo que estuviese obligado en conciencia y justicia”.

El espíritu suave, aunque activo, del P. Gracián no se hundía con los ataques injustos y, muchas veces, perversos, de sus enemigos; al contrario, sus fuerzas y disposición, su amor y celo por el Carmelo aumentaban considerablemente. Cuando todavía estaba luchando para discernir su vocación al Carmelo, él, bajo la inspiración de la Virgen, tomó la decisión de que –siempre que fuera preciso– daría su vida por ella. Esta decisión no fue un acto de emoción momentánea; fue una decisión madura y radical a la que jamás renunciaría. La Virgen del Carmen le ayudaba y consolaba y por medio de Teresa de Jesús, le animaba a trabar el “buen combate”, como dijo Pablo.




Por eso, aunque tenía que ocuparse de las actividades propias de cualquier Provincial y defenderse de las constantes invenciones y calumnias de sus enemigos, Jerónimo Gracián guió la Orden de los Carmelitas Descalzos, su querida Orden, de modo competente, tanto en su aspecto espiritual como jurídico.




[1] Cf. Santa Teresa de Jesús – Camino de Perfección – 15, 3
 [2] Gracián, Jerónimo – Apología y avisos acerca del gobierno – MHCT – Fontes selecti 2 - Roma 1977

 [3] Para una descripción más completa de este memorial ver: “Historia del Carmen Descalzo”, o.c. pp. 90-102

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