jueves, 16 de junio de 2011


Intrigas y persecusiones
(Parte 2)
Las acusaciones
       Con la muerte de Santa Teresa (1582) comenzó para Gracián su verdadero calvario. Los verdugos: sus mismos hermanos de Orden, principalmente algunos de aquellos a quienes él había ayudado y apoyado de modo especial. ¿Cuáles fueron las acusaciones y difamaciones? Podríamos decir que fueron de todo tipo: Morales, administrativas, doctrinales.... Veamos algunas de las más comunes surgidas en la imaginación de mentes poco saludables.
1. “Estábamos una noche, acabando de cenar, en recreación; y sentimos que un hombre daba de puñaladas a otro, y el herido se quejaba y pedía confesión. Dije yo: “salgamos luego a confesarle”. Respondió uno –y no de los menos santos-: “no se puede abrir la puerta, porque es contra la obediencia”. Dije yo con cólera: “¡Qué obediencia, que no hay obediencia! Salgamos antes que muera”. Y salímosle a confesar. Quien tenía la otra opinión acriminaba que yo había dicho que no hay voto de obediencia en las religiones, o tales palabras que olían a herejía”[1].
 
       Este hecho nos lleva a recordar la interpretación dada por el propio Jesús respecto de la obediencia debida a la ley judaica del sábado. Parafraseando el texto evangélico, casi se podría afirmar que Gracián habría dicho: “más vale la misericordia que salva una alma que la obediencia estéril que es mantener la puerta cerrada”.
       La difamación rondaba al P. Gracián. Sus acciones, sus decisiones eran malinterpretadas y continuamente trasformadas, por parte de sus detractores, en actos condenables. Otro caso:
2. “Frabricándose el convento de las monjas Descalzas de Lisboa, asistiendo yo allí con los oficiales para que trabajasen, acaecía en la siesta con el rigor del verano querer reposar un poco y sacar las monjas un colchón para ello (que claro está que el colchón no había de ser de los carpinteros sino de las monjas). Escribióse que dormía yo en las camas de las monjas, etc., con palabras muy perjudiciales”.
He aquí otro caso:
 
3. “Diome la madre Teresa de Jesús unas reliquias. Y una Priora de las más santas y más puras que yo he conocido en la Orden púsolas en un relicario hecho en forma de corazón que yo traía conmigo. El haberme dado esta Priora este corazón se dijo con palabras que daba a entender haber otra afición de por medio”.

[1] Para una visión más completa de los hechos ver: Gracián – Peregrinación – pp. 73-74

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