martes, 20 de diciembre de 2011



(parte 3)

Su alma sufría, lloraba por la lucha que en su interior se trababa, más dura que aquella otra que trabó – veinte años atrás – cuando decidió67 ingresar en la Orden de los Hermanos Descalzos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo.

Podemos llegar a esta conclusión a través de su propio testimonio“Aquí se me ofreció el mayor trabajo espiritual de nieblas interior y batalla derazones contrarias, indeliberación de lo que había de hacer para agradar a Diosy Nuestra Señora y hacer su voluntad que jamás se me ha ofrecido.[…] Fue estabatalla con tanta fuerza y eficacia, que no lo sabré decir. […]Mas al fin venció enmi corazón la parte contraria, y determiné de tomar el hábito de San Agustíncon tan grande contradicción, miedo y vergüenza de la Virgen María, que meparece tomara de mejor gana la muerte que volver a Roma a vestirme de negrocomo Agustino y hacer las fundaciones que llevaba a cargo”68

Podría parecer que el P. Gracián, al escribir estas palabras, estaba siendo arrogante y menospreciando a la Orden de San Agustín. No es contra la Ordenagustiniana que Gracián se vuelve. Su tormento procedía del hecho de serobligado a romper con una decisión tomada y bendecida por Santa Teresa: la deservir a Dios, a María y a la Iglesia dentro de la Orden de Nuestra Señora delMonte Carmelo. Con cualquier otra Orden en que se le obligase a tomar elhábito – excepto la Carmelita – tendría esta misma reacción. Su vocación era carmelitana y le obligaban a ser agustino.

Aquí no se puede olvidar que, despuésde muchas dudas, él había escrito, como razón última de su entrada en la Orden Carmelitana: Mas determinéme no pudiendo sufrir el ímpetu de los pensamientos que venían de amor de Nuestra Señora, diciendo entre mi: ‘Si ha habido muchos hombres nobles que por amores de una mujer de la tierra se han cegado, y dejado perder hacienda, honra y vida, acuchillándose, etc…, por qué tengo yo de reparar en cosa alguna, pues me ciega el amor de tal Señora? ¡Muera mucho enhorabuena!”69.

A través de esta decisión Gracián se tornó un Hermano de la Virgen del Carmen. Esperar otra actitud sería, poco menos que ingenuidad. Suponer que aquella decisión no había sido otra cosa sino entusiasmo de adolescente es desconocer el soplo del Espíritu Santo inspirando el camino de los escogidos. Con la decisión tomada y con la esperanza de que vestiría por poco tiempo el hábito agustino, retoma las esperanzas y emprende viaje para Nápoles, donde llega a primeros de agosto y desde allí prosiguió viaje, por mar, hasta Gaeta, donde debería vestir el nuevo hábito religioso70.

En Gaeta esperé una galera del Papa que iba a Roma (aunque había dedesembarcar en Civitavecchia), y yo, por acortar camino, entré en una fragata de la Inquisición que iba derecha a Roma en acabando de decir misa, en la cual me determiné, rompiendo con la fuerza interior que me hacía la Virgen María y la santa madre Teresa de Jesús para no dejar su Orden, a tomar el hábito de los Agustinos Descalzos. Y como calmase un poco el viento, los fragateros, por tomarle, se metieron un poco en la mar. Vi desde lejos un bajel, vieron elloshumos en las torres (señal de corsarios), comenzaran a llorar”71.

La fragata fue abordada por corsarios turcos que, además de expoliar todos los bienes que llevaban, hicieron prisioneros a todos, tripulantes y pasajeros, inclusive al P. Gracián, a quien colocaron, desnudo y amarrado, en el sótano del navío. Iba a comenzar un nuevo y dramático acto en la vida del P. JerónimoGracián de la Madre de Dios.


67 Ver cap. 3 de este mismo libro 68 Gracián, J., Peregrinación... pp. 445-44669 Gracián, J., Peregrinación... pp. 9-10 70 No llegó a recibir el hábito de los Agustinos71 Gracián, J., Peregrinación... p. 91

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