domingo, 16 de noviembre de 2008

SUS ULTIMOS DIAS


Seis días antes de morir escribe la última carta a su querida hermana Juliana;
entre otras cosas le manda el opúsculo recién impreso “Arte de bien morir”.

Es a lo que se estaba él preparando. Y siete fechas antes del fin:
“Cuantas piedras muertas y almas vivas se mortifican y labran por obediencia, tantas pondrá en la santa ciudad de Jerusalén la alta, donde caminamos, que ya estoy cerca, gloria a Dios, de allá, pues he entrado desde cinco de junio en los setenta”.


Nunca pudo apartar de su espíritu cierta nostalgia del Carmelo Teresiano. Aumentó con el paso del tiempo. Nada le hubiese consolado tanto como morir entre los Carmelitas Descalzos, “que nunca les tuve más en el corazón que ahora; y aunque querría morir entre ellos...callo y acudo a Dios, el cual sabe que mi intento es servirles”.

Así se confesaba con su hermana Juliana la semana antes de morir. No se le cumplió ese deseo, ni siquiera entre los Carmelitas Calzados en cuyo convento había vivido tantos años en Bruselas. A la vuelta de un corto viaje de ministerio sacerdotal le asaltó fuera de la ciudad una extraña dolencia el 20 de septiembre de 1614.

Recogido en una casa cerca de la muralla, permaneció allí inmóvil toda la noche, recibiendo al día siguiente los últimos sacramentos y la visita de amigos y conocidos, entre ellos de muchos Carmelitas, Calzados y Descalzos. Pocas horas antes de expirar pudo ser trasladado a su convento muriendo plácidamente a las seis de la tarde del 21 de septiembre de 1614. Contaba 69 años y dos meses...

En alabanza de Cristo

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